Esas sombras lúcidas, los fantasmas del sol, manchas de luz que deambulan por mis cuencas, que salen de mi vientre.
De aquel sol, de sus monstruos y sus cantos y sus gritos y sus ritos hoy germinan las historias, los suspensos, la verdades que como chubasco en el desierto, pasan y se van.
Pasa también este amargo y poco a poco se destraban las mandíbulas, y poco a poco se destraba la cerotonina y baja libre al ritmo de malabares. Mientras el vacío culo de la caguama se ríe solo, abandonado.
No más amargo. No para mí, no para hoy; paró hace tiempo.
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