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En la charla de café se cuecen los sueños y los posibles imposibles en otros espacios.
No hay posibles tan imposibles entre el ajedrez y el café,
ni en la atropeyada charla de los eternos planes.
Y así, un trazo, un sueño se convierte en un posible,
realizable o no...
poco importa.
Los mundos comienzan así, como trazos, de retrazos, a trancos, sin sospechar que un cualquier día esos mundos suplantarán a estos, sólo para que otros restos destronen a estos completos que se creyeron un día supremos.
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