3/21/2010

León en Cuautinchan





Un león donde nunca hubo leones.
El dibujo de un león en un convento franciscano en Cuautinchan.
En Cuautinchan, tierra de aguilas, nunca hubo leones, ni Dios cristiano algunos.
Algunos cuantos vinieron a hacer su oficio genocida,
pero no como el león,
el león come lo que mata,
el genocida come todo lo que tuvieron a quienes mató,
heredando a sus hijos y sus nietos y su linaje dos cosas:
dinero-poder
muerte-dolor-pesar.
La gente que vivió en  mi tierra antes del genocidio es tan amable que, nosotros, sus descendientes seguimos sus pasos hacia la muerte digna. Sin la ambición absurda de la nada.
Se habla que en la época de la colonia si cada persona hubiera lanzado una piedra hubiesen sepultado a los genocidas, mínimos en número, máximos en ambición y muerte.
Pese a que somos hijos mestizos de los originales y los genocidas, del invasor y la tierra, seguimos igual, si ahora todos tomásemos una piedra, sólo una, no habría enemigo posible.
No somos genocidas,
no sentimos hambre de muerte ni poder.
Y es duro ver cómo según sus palabras nos pisotean, nos humillan,
y según nuestros saberes sólo somos consecuentes.
Sin leones, imaginamos...
Imaginamos a los leones para dibujarlos,
imaginamos el mundo que nos propusieron,
imaginamos que tiene razón el mundo que nos venden,
imaginamos que somos lo que no somos
imaginemos ahora que lo que realmente somos
en breve
tendrá voz
cuerpo
y dejaremos de imaginar.

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