5/24/2003


�QUIEN NO JUEGA ESTE JUEGO?


"(...) Sea que asimile lo sexual, sea que lo transforme hasta su punto de trascendencia y extinci�n, en todo caso se trata de alguien que ha alcanzado los vastos espacios abiertos del amor. Si bien no reproduce su propia especie, presta en cambio un sentido nuevo a la palabra nacimiento. En lugar de aparearse, crea; en el c�rculo de su influencia, los antagonismos se apaciguan y se establece la armon�a de una profunda paz. Es capaz de amar no s�lo a los individuos del sexo opuesto sino a todos los individuos, a todo lo que respira. Esta apacible clase de triunfo produce escalosfr�os en el coraz�n del hombre com�n, pues no s�lo le hace ver claramente la p�rdida de su magra vida sexual, sino la p�rdida de la pasi�n misma, la pasi�n tal como �l la conoce. Este tipo de liberaci�n que hace trizas cualquier metro para calcular sentimientos, representa para �l una muerte en vida. El logro de un amor que no tiene l�mites ni cadenas lo aterroriza porque significa muy bien la disoluci�n de su ego. No quiere ser libre para el servicio, la devoci�n y la dedicaci�n a la humanidad entera; lo que quiere es comodidad, protecci�n y seguridad, el goce, en fin, de sus muy limitados poderes. Al ser incapaz de renunciamiento, no llegar� nunca a conocer el poder curador de la fe, y al faltarle la fe, no llegar� nunca a conocer el sentido del amor. No busca la liberaci�n, sino una escapatoria, lo que equivale a decir que prefiere la muerte a la vida." Henry Miller, La obsenidad y la ley de reflexi�

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