7/06/2003

Una joven pareja de japoneses pasean por el centro de una ciudad de provincia en M�xico. ella viste de colores claros, no es exactamente un kimono, sino una variante de ello. �l lleva ropa casual y lentes que ocultan un poco lo rasgado de sus ojos.
Mientras caminan van encontrando mesas con gente que llega y vota. Sonr�en. Les causa gracia ver la manera tan "original" como se ejerce la democracia en el tercer mundo. Les extra�a ver llegar a las casillas a las familias, sueltan frases ir�nicas en japon�s al ver las crayolas para marcar la planilla, pero no evitan la carcajada al ver c�mo manchan el dedo del "ciudadano" con tinta indeleble.
Siguen caminando, admiran realmente el trazo colonial de la ciudad, pero se sienten molestos por las miradas de la gente. Un hombre hace comentarios obsenos sobre el cuerpo de la chica. El japon�s se da cuenta de la intenci�n, pero sigue caminando sin hacer mucho caso.
Esperan que el sem�foro est� en rojo para cruzar una calle. Un autob�s les tapa la vista, pero en cuanto cambia el color avanzan sobre la calle y, sin darles tiempo a nada, un tsuru apenas puede frenar al verlos. La chica recibe un fuerte golpe a la altura de la pierna, su novio escucha el chasquido de los huesos rompi�ndose y mira c�mo el cuerpo de la chica casi vuela hasta donde los autos no dejan de pasar.
El joven se acerca al cuerpo de la peque�a japonesita. Es una mu�eca quebrada y sangrante. Escurren l�grimas de las mejillas del chico. Comienza a llegar gente, mientras �l saca un celular y pronuncia frases ininteligibles para quienes lo rodean. No puede parar de hablar en japon�s, pasan m�s de 10 minutos de charla y guarda su peque�o tel�fono.
Cuando lleg� la ambulancia, los agentes de tr�nsito y la polic�a el cuerpo de la joven estaba solo, desnudo del torso y sin ninguna identificaci�

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