6/21/2006

Jugar con la piñata

Jugar, juego, juguetes... la infancia y esta imposibilidad de volver. Quién se atreve a ver el mundo en calma de nuevo? Quién ama como nuevo, nuevamente? Llenos de ausencias, achaques y dolores en la memoria, la tela del ser se va poblando de agujeros. Y, a veces, nos gusta jugar como adultos.
A qué juegan papá y mamá?
A qué juega sr. burócrata?
A qué juega srita. de medias y tacones?
A dónde nuestra necesidad de reír y descubrirnos?
Las piñatas representaron al mal en las Posadas. Los españoles nos las trajeron para crear símbolos que pudieran hacer comprensible la moral católica de la época. Y ahora jugamos con el mal, jugamos a apalear una piñata para divertirnos, para tener qué hacer en mitad de una fiesta de aniversario.
Y bueno, por qué tendría que ser un ejercicio único de los chicos... claro ejemplo de ello: la piñata de teibolera.
Cuando cumpla años en Hermosillo, iré a comprar esta piñata y la romperemos para aventarnos por los preservativos, por los boletos del privado, por esos juegos que divierten a los adultos; juegos de adultos, juegos simples, juegos de críos crecidos, pero al fin juegos.

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