12/30/2013

maíz

Estoy investigando acerca del maíz.
Cuando comencé a escribir cuentos para niños noté a que en las librerías hay montones de cuentos con las mismas estructuras que los “clásicos”,  yo mismo leí de niño versiones españolas de cuentos y novelas europeas y porque nuestros escritores mexicanos para niños, en general, escriben de todo menos de sí mismos. Es decir, que no existe una literatura infantil mexicana para niños y jóvenes mexicanos. Lo que sí hay son millones de pesos invertidos en que los niños y jóvenes lean, pero lo que se les ofrece son modelos, estrucutras ye squemas europeos, norteamericanos y, con suerte, algunas adaptaciones o ediciones de escritores mexicanos que tienen el alma fuera de este país.
Entonces vuelvo al enigma eterno del pensamiento mexicano, ¿qué es lo mexicano?, ¿dónde radica nuestra identidad?
No sé si las élites culturales lo determinaron o no en el pasado, previo acuerdo con la política de su momento.
No sé si los personalísimos esfuerzos de escritores y filósofos de ver a México con una lupa (¿o Lupe?) occidental tienen o no sentido.
Pero hay algunos rasgos característicos hasta nuestros días que vienen desde antes de la colonia, hay formas y maneras de relacionarnos más allá del imperio de la televisión y de nuestras absurdas aspiraciones por pertenecer a algo que no entendemos, llámese Occidente, Europa o Estados Unidos.
Y en esas maneras, objetos y formas es donde podemos  religar lo mexicano, creo yo. Además no todo lo mexicano, sino aquello que para un grupo o comunidad tiene sentido. Así, como originario de Veracruz, habitante de Puebla y constante trabajador en ciudades y pueblos de Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Campeche, Estado de México y Distrito Federal doy cuenta de que Mesoamérica es sin duda una región que comparte muchos rasgos.
En la búsqueda de hacer libros para niños más allá de lo comercial, de los intereses del mercado o la intensión de hacerlos “ciudadanos del mundo” de las instituciones escolares, caí en cuenta que maíz y chile nos dan cohesión e identidad.
Respecto del chile hace ya algunos años que uso el poema-cuento de Nuria Gómez Benet “La Fiesta Chipocluda”, hago una introducción cómica sobre la mexicanidad para aterrizar en un hip hop enchilado como base y el texto (escrito a manera de romance) rapeado sobre la base que hace el público.
Entonces caí en cuenta que el chile y el maíz nos dan una serie de características únicas en el mundo. Los rituales cotidianos alrededor de hacer la salsa, preparar las tortillas o tamales, juntarnos a la comunión diaria de comulgar con nuestras tortillas. Ahora no lo entendemos, no entendemos cómo llegamos a esto, ni porqué lo hacemos, pero cada vez que comulgamos y hacemos los ritos en torno al maíz están presentes los miles de años, las generaciones que estuvieron pendientes de los modos, las formas y los significados de comer con chile y maíz.
Es por ello que emprendí un trabajo formal para niños en torno al maíz, con cuentos, canciones y, espero pronto, radio y televisión. Como mexicanos tenemos la raíz en la sangre, oculta. Convivimos con los ancestros cotidianamente, sólo es necesario desentrañarlo, sacarlo y asumirlo.
Por ello sigo a la búsqueda de más y mejor bibliografía, ya que sí he hallado varias cosas pero sé que me falta aún mucho por saber y descubrir.
Hace unos meses encontré un libro que leí con mucho gusto prácticamente de una: El arte de la tortilla, La tecnología utilizada en el proceso de la masa, la tortilla y la molendera en el arte de Guadalupe Prieto Sánchez. Lo disfruté mucho, sobre todo la primera parte donde se habla del maíz, la tortilla y la importancia del metate en la cosmovisión prehispánica. 
Por acá dejaré la portada y la primera versión de este poema sobre el maíz, la primera porque ahora estoy preparando junto con Patricia Vázquez, la ilustradora de mi libro y de la animación Gotita Encerrada, la versión definitiva de el Romance de una Semilla, un poema para rapearse y jugarse en la escuela y en la casa. Y bueno, ahora viene el programa de radio diario, viene ponerse más las pilas para llevar cuentos, canciones, malabares a todas las escuelas posibles.

Así que a seguir, porque el 2014 abre sus puertas y si el que termina me dejó la maravilla de la vida, cinco libros y muchos sueños y nuevas maneras, sin duda éste será la revolución completa.


12/16/2013

una pequeña ventana

Llevo algunas semanas escribiendo uno y otro inicio, arranques y estructuras para cuentos y novelas. De pronto sale una idea que me parece genial como la de un ex narco que se mata "por accidente", después de que las leyes implementan la amputación y la rehabilitación de miembros robóticos impedidos para obedecer órdenes que atenten contra el orden establecido.
Y entonces arranca el texto y me pierdo, me voy lejísimos, termino en un mundo post apocalíptico con un niño pequeño escuchando a un cyborg que le ha ayudado a huir, mientras los persiguen los robots limpiadores.
Y el último niño completo está a punto de morir, mientras el narrador va contra sus propios miembros que lo pueden matar a él y al chico.
Pero no.
Todo se detiene, me aburro, me distraigo, no consigo hilar directo y fuerte el texto. Y estoy convencido que si te aburres al escribirlo, si es un ejercicio contra tu voluntad el "hacerlo bien", entonces la gente lo sentirá al leerlo también. Se contaminará de la misma emoción el texto y, ¿qué sentido tiene escribir por disciplina? Quizá piensen que la gente leerá por disciplina, por compromiso intelectual o social.
Y no, no hay modo que alguien permanezca frente a un libro con honestidad si no le representa algo importante. Y no hablo de la obligación escolar o la búsqueda de cierta información, hablo del gusto por conocer nuevos mundos, nuevas maneras de asir la realidad.
Así que aquí estoy, re comenzando siempre, buscando mi manera de compartir estas historias, estos mundos por fundar sugidos de un par de manos que los lleven a tus ojos, a tu alma.