Trajeron a un chamán venido de la parte más recóndita de la sierra indígena a una escuela en el centro de la gran ciudad. Entonces les pidió a los niños que por favor subieran al único árbol que tenía la escuela.
La directora y todos los maestros se opusieron con argumentos como: “se van a lastimar”, “vamos a tener problemas con los papás” y cosas por el estilo.
El sonriente chamán les dijo que no se preocuparan y entonces soltó la frase: "al primero en subir a la copa del árbol le daré un montón de dinero".
Corrieron cientos de chicos, se golpearon, se lastimaron, se aplastaron. Al principio los maestros trataron de evitarlo, pero cuando el brujo reiteró: “mucho dinero para quien logre subir”, entonces cada uno eligió a un chico a quien apoyar, asistir, cuidar para que ganara.
Cuando quedó una decena de niños la batalla se volvió de los adultos que, a empellones, jalones y amenazas, trataban de subir a su alumno predilecto.
Al final un chico lo logró, apoyado por la directora.
El chamán le entregó una bolsa llena de billetes. No cabían de gusto, sin importarles los golpes propinados, el montón de raspones, arañones y uno que otro diente en el suelo, abrieron la bolsa.
Pero cuál fue su sorpresa al descubrir sólo billetes de hacía más de 50 años, todo ese papel no tenía ningún valor. Acaso algún coleccionista les pudiera dar algunos pesos por ellos.
La señora directora estuvo a punto de golpear al sabio, quien sin quitar su sonrisa estúpida le dijo: “querían ganar por encima de los demás, ahora tendrán que pagar por el daño que hicieron por pasar sobre ellos. En realidad, siempre es así, pero ustedes no pueden darse cuenta”.
El chamán se fue y la directora junto con todos los maestros decidieron cortar para siempre el único árbol de la escuela, por mera precaución.
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