10/10/2010

The Italian coffe... Gourmet!

Uno de los aportes de esta cadena de cafeterías fue que daban terrones de azúcar. En sus inicios dos terrones divididos en tres porciónes y envueltos en papel bond blanco impreso con la tipografía verde de la cadena. Después sólo un terrón por café...
Ahora sobres de azúcar, vulgares sobres, como cualquier otro café. Sí, ya sé que así son los negocios, pero si a una bisabuela se le ocurriera explicarle a un chico que fue antaño un terrón, tenían alguna posibilidad.
Aunado a lo antes dicho, la servilleta muestra las maravillas del café, las cosas buenas que te da. Claro, con el afán de erradicar de una vez por todas esos mitos de que quita el sueño, provoca nerviocismo o que terminará por lástimarte el estómago y el hígado, ahora las servilletas explican todo eso. Siempre es bueno leer en la espera.
Los tiempos cambian y los estimulantes de rituales pasan a ilegales, a procesados, a formas de domesticación, control, drogas legales, sin duda necesarios para la vida moderna.
?Acaso vivir este mundo sin un café, sin coca cola, sin cigarrillos, comida chatarra, suplementos de leche en cajita o sin televisión que nos diga qué hacer y como ser, no es un absurdo, un contrasentido?
Enviado desde mi oficina móvil BlackBerry® de Telcel

10/03/2010

encuentro


Desayunábamos en el hotel.
Junto a nuestra mesa, cuatro extranjeros hablaban, murmuraban, se pedían sendas rodas de wisky. Nosotros jugábamos videojuegos en los teléfonos celulares.
Uno de ellos se acercó a preguntarnos si no nos parecía que seguir tocando, escuchando, haciendo homenajes a los Beatles era una estupidez. Le respondí que sí, que a mí nunca me han gustado y que me parecen sobrevaluados.
Desconcertado, preguntó si nosotros no éramos parte del homenaje. Sonriendo, le explicamos lo que hacemos.
Se sentó a la mesa y comenzó a cuestionarnos. Antes de continuar con su monólogo y sus preguntas que no nos dejaba responder, dijo ser del sitio aquel de cuyos habitantes hacen chistes. Y la mesa completa soltó la carcajada, no me importa en realidad, dijo consternado.
Cuestionó todo, la forma de vida, nuestros ideales al dedicarnos a contar historias, si éramos o no simples piezas del sistema, si queríamos hacer la revolución. Es absurdo, pensé. No queremos hacer ninguna revolución, no pretendemos ser diferentes, sólo andamos haciendo lo que amamos hacer. Y sí, es duro, increíble, pero no lo hacemos por dinero, ni por gloria, ni para ganar un mundo, sino sólo porque este mundo unívoco nos parece sin sabor y alguito absurdo.
Claro que como buen conquitador de quinta o sexta generación comenzó preguntándonos si creíamos que los humanos somos buenos o malos. Claro que no, hay circunstancias y decisiones. Pero mejor no detenerse en "pequeñeces".
Nos invito un "chupito" y salimos corriendo a una función en la feria del libro. El amigo español resultó ser el dueño del hotel... A mí me vino de maravilla el encuentro, pensar en cómo se ven estos tipos extraños, sonrientes, tranquilos andando nomás en un mundo como éste.