7/01/2003



Tienes la anécdota, ¿y qué? Eso vale pura madre, ¿no te has dado cuenta?
Las palabras del Escritor Manco me lastimaron, llevaba meses dándole vuelta a la historia. Me había planteado desarrollarla luego de tener todo configurado en notas, en la mente, en pequeños fragmentos para plantear "la voz" y luego, con la ilusión entera, encerrarme a escribir como maniático.
– Entonces, ¿consideras que escribir es un encierro y que, como si las musas te tocaran, todo saldrá de tu diarreica mente?
Me apené un poco, pero más bien sentí furia contra el frenillo en sus palabras, contra lo afeminado que el Escritor Manco se movía al dirigirse a mí.
– Si no tienes un texto no puedes trabajar, ¿qué vas a escribir?
Lógicamente, ahora entendí menos. ¿Acaso él llamaba escribir a la reescritura y la corrección de un texto?
Las tenazas que traía en su mano derecha portaban un lapicero, con el que garrapateó sobre el cuento que le mostré. No era necesario que me lo dijera, los signos que impuso sobre las páginas eran obvios. Quizá él no supo que yo entendí sus katakanas: baca. Siempre tan profundo y enigmático el personaje del escritor del manco.
Maldije nuevamente mis impulsos, mis molestias, y preferí buscar un espejo para picar, mientras él se ponía de acuerdo por teléfono con sus amigos. Por lo menos iríamos a la misma fiesta.

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