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Mi tía trabajó ahí casi 5 años, como encargada de la duclería. Ella contaba con alegría como se celebraban cumpleaños, a manera de quince años, en los pasillos del cine. Todas las locas de la ciudad tenían ya un espacio. Mientras centenares de vouyeristas llegaban a poner sobre sus muslos un sueter y deleitarse con la función o, quizá, la "buena charla" de algún conocido de paso.
Ahora toda esa historia es escombro. Luego que las enormes salas de cine del país fueran auto vendidas a los Salinas, algunas convertidas en Elektras y otras reducidas a escombros.
Cuando pregunté qué harían con ese espacio mi padre mencionó que un estacionamiento, algo necesario entre el atascadero de coches que se hace en la pequeña X.
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