3/27/2007

El diablo de mi casa...

El diablo de mi casa es muy particular
se enoja cuando vuelves igual que las demás,
agárrense y vuélvanse a agarrar que las
agarraditas no pueden pasar.


Este diablo estaba esperándome en mi casa. No lo busqué, no lo tomé, ni él a mí, simplemente como en el amor profundo: nos hallamos.
Ahora está encima de mi refrigerador, amparando la soledad de esta flor. Curioso, volví a la bruma y me recibe con flores. Así como el diablo, cuatro macetas estaban abandonadas junto a la entrada de mi departamento, se veían tan tristes que les compartí café y agua, charla y un poco de sombra de vez en vez. Apenas comenzada su nueva dieta de aprecio surgió la primera: hermosa y roja, pero alguien se la llevó.
Ladrones de plantas de casa en flor… siniestros ladrones.
Así que para evitar la tentación le pedí a mi diablo que cuidara de esta pequeña, por ahora tiene dos retoños y espera el tercero…
Me voy, tengo que enfriar el café con que se deleitan mis nuevas amigas, tengo que limpiar con cebo de chango macho al diablito que me aguarda, tengo que abrir las aceitunas que pueblan mis días y entibiar la pasta al ajo que alimenta estas letras.

3/26/2007

ajo


"Una mañana, mientras el café mezclaba en una servilleta blanca no te dibujaba, no te dibujaba"... soy un cursi de mierda. Soy un tipo de lo peor, lo sabes, ¿verdad?
Ahora en este exilio nuevo, entre las nuevas paredes blancas, alejado de los humos de aquella urbe, ahora enclavado en un cerro, rodeado de bruma, pues no me ha quiedado de otra que seguir jugando a que capturo luces extrañas.
La vida está muy extraña, como aceitunas a diario, el ajo en cada bocado sazonado en la calma de la espera, y esta risa que se vuelve como un gemido precoz, como un trata r de nacer, como este silencio que me inundó y del cual apenas comienzo a salir.
La semana pasada vi a la hija de papel, le gustaron mis malabares, pero nos dio miedo acercarnos... ya creceremos, seguro que ya creceremos.

3/01/2007

aceitunas


Miro claramente cómo te volteas para evitar mirarme.
Las aceitunas de tus cuencas rellenas de fuego no serán pinchadas hoy, los palillos de mis labios no beberán tus lágrimas de salmuera.
Yo sí bebí tus lágrimas.

(aquella noche tonta en que tanto llanto en aquel tu coche ta tortuoso, donde tu talle no tenía espacio para troquelarse sobre mi tímido tallo).
Bebí hasta saciarme de salmuera, las aceitunas no eran lo mío.
¡NO!No era lo mío soñar con olivos saliendo de mi vientre, enraizados en la entrepierna con frutitos que en bandeja de plata tú pinchaste con tu ánimo voluntarioso.