Presentación del libro Los ojos de Lía
Ojalá no todos, ojalá nunca nadie tuviera que lidiar con
un asunto de estos en su vida. Ojalá nunca un trabajador infantil se topara
con un niño consciente de que se vida peligra, amenazado a punta de
cañón para que sus padres pagaran dinero, trabajaran en tal o cual enmienda,
causa, daño, perjuicio, labor.
Ojalá los niños no se vieran obligados a crecer en un
mundo lleno de armas, un mundo donde la
vida se compra y se vende como un servicio o un producto. Los juglares de la
antigüedad contaban lo que llevaban preparado y, a la vez, iban re haciendo sus
relatos con lo que pasaba, con lo que veían y sentían al momento de contar, al
momento de hacer su actuación.
Si bien leeré algo de "Los ojos de Lía", quiero contar muy
brevemente varias anécdotas.
Feria del libro hace dos años
Ella se llama Sandra, tiene ocho años y no sale de la casa
del cuento, contamos todo el día historias diversas y ella se queda con nosotros.
Poco a poco, del asombro y la búsqueda pasa adelante, pide le leamos un libro.
Elije alguno, nos lo da en la mano, primero a uno, luego a otro y escucha
atenta. Pero, ¿sabes leer? No. ¿Vas a la escuela? No. ¿Por qué? Entonces la
crónica horrenda, la historia de un desplazado por la violencia, por la guerra.
Salir de la ciudad, huir para conservar la vida. Y luego, luego nada, luego su
mamá contándonos que a Sandra -como a Lía- de pronto en su vida de niña se le
apareció un muerto y ese día la niña no quiso leer más. Eso no pasó lejos, fue
aquí y no dudo que –lamentablemente-siga pasando.
Un niño me amenaza con la palma de la mano. ALTO AHÍ
VILLANO, y luego corre haciendo sonidos extraños y fingiendo disparos. Es un
preescolar. Detengo al niño, ¿sabes qué es un villano? No. ¿Entonces porqué lo
dices? No sé. Y entonces corre gritando ME LAS PAGARÁS.
Los chicos sorprendidos por nuestra visita hablaban,
jugaban. Unos son narcos y los otros militares, unos federales y otros
policías. Me acerco y me presumen. Yo de grande voy a ser narco, porque tienen
mucho dinero y armas y coches. Ah pues yo voy a ser federal, dice otro. Y éste,
señala a su compañero callado y tranquilo, va a ser militar, ¿verdad tú? Sin
decir palabra el niño asiente con una sonrisa.
No tienen diez años y ya sido testigos de cómo han robado en su escuela las
computadoras, sillas, mesas, baños, incluso han roto paredes para llevarse los
ladrillos.
Las armas sólo tienen una función y, lamentablemente, cada
día se hacen más. En cambio cuánto de cariño, de amor, de visiones más humanas
se habla a diario, me atrevo a creer que cuando encerraron al amor en un ámbito
de pareja lo condenaron a no ser social, a dejar su labor unificadora de grupos
y comunidades.
Ahora mismo si yo hablara del amor, de la importancia del
cariño en la vida cotidiana, de cosas amables y lindas seguro sería tachado de
cursi, de soso o bobo. Llevamos muchos años creando lenguajes para la muerte y
la violencia, para el horror y la destrucción, pero ¿para el amor al otro, para
el cariño, para los mimos?
Los niños crecen mirando modelos de conducta en televisión. A menudo lejos de sus padres, a menudo muy solos. Antes de ir a la
escuela, antes de tener un acercamiento con los libros, los niños tienen ya
muchas horas de televisión. Los humanos somos los únicos animales que creemos,
así que si películas y programas de televisión lo que nos regalan es violencia
y destrucción, es eso lo que se pone en juego en nuestra vida social.
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