Pronto harán diez años que decidí dejar de convivir con
amigos del medio cultural y artístico, después de varios años de hacer
entrevistas, reportajes y notas de prensa sobre toda esa gente que se auto
define como “artista”. Después de noches enteras de beber y beber con ellos y
nuestros egos ocupando un sitio más en la mesa, después de hacer esfuerzos
absurdos por pertenecer, luego de agradecer a como diera lugar que me cedieran
el sitio del alumno, del pequeño que se asoma, que quiere y no sabe si podrá o
no llegar a la meta. Pero, ¿a qué meta? Ocupar su lugar años más tarde, tener
un par de publicaciones “a nivel nacional”, una jugosa beca de creador emérito,
pertenecer y ser amigo de todos, compartir la comida, la bebida y no sé qué
más.
Creo ahora que algo dentro mío se rompió, dejé de creer en
el camino de las relaciones sociales, los grupos y los elogios mutuos. A cambio
comencé a trabajar a diario, dejé de leer para presumir con los amigos que
conocía más autores que ellos, es más puedo decir que dejé de leer con la
avidez del intelectual presuntuoso y comencé a leer con la necesidad de quien busca
entender algo, sentir de otro modo.
Y entonces, alejado, caí en cuenta de lo miserable que puede
ser la vida del artista en México actualmente, necesitado de apoyos del
gobierno, dependiente de las migajas que el estado tira para tenerlo tranquilo
y callado, urgido siempre de un empleo similar a su labor, de un tallercito, de
un apoyo o, en caso contrario, prostituyendo su forma de ser, pensar y actuar
para agradar al sobrino, hijo o primo del empresario que desvía su IVA en
alguna empresa cultural.
Después de eso comencé a hacer cuentas, sumar las horas
empleadas en pertenecer, en agradar y caer bien. Las horas y días invertidos en
ir a galerías, a presentaciones, de libros, a galas, a la obra de teatro de los
amigos, a la presentación de danza de la chica hermosa, a la borrachera, a la
comida, al diablo, dije al final. A cambio, cada una de esas horas las puse a
disposición de compartir mi trabajo con la gente de a pie, ir a presentarme a
donde está la gente: a las escuelas, a las fiestas infantiles, a festivales y
ferias. Y el resultado fue increíble, en pocos años mi trabajo creció, aprendí
cómo hacer que las cosas que me gusta hacer funcionaran para el público real y
no para un grupo de artistas y críticos.
Ahora me doy cuenta de lo inútil y absurdo que es hacer eso
que llaman vida social, vida pública. Al final siempre es el trabajo el que se
conserva en la gente. Claro está que si el quehacer del “artista” es
pertenecer, vivir de hacer algo creativo a costa del estado o el desvío de
impuestos de alguna empresa, el método más simple es buscar pertenecer a toda
cosa, no en balde el músico mexicano Jaime López dice: “la beca es de quien la
trabaja”.
Aún pertenecía a esos grupos cuando me maldijo una poetiza,
molesta porque mi compañero de trabajo y yo le renunciamos cuando quiso
deshacerse de uno de nosotros haciendo chismes: “y jamás volverás a tener una
beca, no sabes de lo que te pierdes yéndote. Nunca te publicará ninguna
editorial importante, de eso me encargo yo.”
Y así fue, no he vuelto a tener una beca, pese a aplicar y
enviar documentos probatorios y tener un trabajo sólido. En cambio los apoyos
van a las manos de sobrinos, amigos, ex parejas de los jurados, que a su vez
son incondicionales de un grupo de “artistas” que, muchas veces, son ni más ni
menos que familiares de empresarios y políticos.
Y de publicar en editoriales importantes, impensable porque
no soy hijo de nadie del medio ni tampoco tengo ascendencia española, judía o
por lo menos libanesa. Y encima nunca me paro por presentaciones, ni paso
lista, ni me sumo incondicional a los caprichos de tal o cual gurú de las
artes. Así que no pasa nada cuando luego de meses, me topo con la directora o
director de la editorial y sólo me dice que por ahora no están publicando
textos de las características de los míos, gracias.
Y tampoco estoy en la academia, porque decidí que una
maestría o un doctorado no eran mi camino como creador. Porque no me interesa
hacer sesudos análisis con modelos ideológicos europeos o estadounidenses de
“objetos artísticos” estudiados hasta la saciedad por quien fuera a ser mi
asesor, a la espera de descubrir o aportar algo para que el asesor en cuestión
lo tome y publique con un agradecimiento para mí o una mención en los et al.
Sin embargo, vivo de contar cuentos, vivo de escribir y
hacer cosas creativas. ¿Cómo entonces?
No tengo una empresa cultural que busque por todos los
medios quitarle un poco de su impuesto a alguna que otra empresa, tampoco hago
vida cultural, simplemente trabajo. Llevo mi quehacer a todos los espacios
posibles y evito decir que no a cada reto creativo que se me presenta.
Hace años descubrí con admiración el ensayo de César Aira:
“La nueva escritura”, donde habla de la necesidad de nuevas estructuras, en un
momento en que las artes son una constante repetición de tópicos y fórmulas. Y
ahora, como creador busco aplicar esas nuevas estructuras a la manera cómo mi
trabajo puede llegar a la gente, fuera de los mismos esquemas gastados,
absurdos y, por ende, limitados.
Así, no me considero un “artista”, ya que el concepto que el
siglo XX nos heredó se restringe a una manera romántica de ver al creativo,
loco y relegado, bohemio y banal, engreído y tonto a la vez, en cambio
considero que a la luz de los cambios sociales, la incorporación de la
tecnología y la economía de mercado y, sobretodo, en el contexto de una cultura
de masas (mainstream) la labor del creativo es crear nuevas formas de llegar al
público, creando canales diversos que, por pequeños que sean, den un poco de
aire y luz en este gran imperio de lo mismo, de diversión banal, de falta de
contenidos y fórmulas gastadas.
Así que habrá que re plantear la vida social del artista, su
grupo maravilloso y su sitio de confort, si es que el creador quiere realmente
influir en su contexto social. En todo caso, la veintena de iniciados en las
artes que siguen admirando las artes de una élite absurda, incongruente con el contexto
social de la actualidad, seguirán
perpetuando la inamovilidad de las artes a cambio de una pizca de
reconocimiento y, en el mejor de los casos, algo de dinero en una beca o
estímulo.
Un ejemplo muy simple es que cualquier “talento televisivo”
que tiene una breve y gris aparición tiene miles de seguidores, mientras que un
escritor no pasa de una centena. Además,
la literatura y las artes en la actualidad no tienen los medios para llegar a
la gente, el argumento clásico es que las artes nunca han sido de la gente, sin
embargo hoy más que nunca acudimos a nuevas expresiones, donde el teatro por
ejemplo llega acaso a una audiencia de trecientas a quinientas personas,
mientras que cualquier programa de televisión llega a millones. Y no hablar del
dinero invertido en producción.
Más que grupos sociales de artistas, más que cafés de
grandes ideas, este momento histórico requiere que los verdaderos creativos
trabajen en generar nuevos modelos de artes y comunicación. Ya no bastan las
galerías, ni las salas de teatro, ni las bibliotecas, mientras que los jóvenes
sigan siendo formados en esas ideas de arte y comunicación sólo estamos
enterrando todo futuro para la difusión del trabajo estético.
Así, es momento de trabajar cada minuto en generar ideas y
objetos estéticos asibles para la gente, re plantear el lugar de las artes como
objetos decorativos elitistas, llevarlos a la gente y renunciar al mecenazgo, a
la comodidad de las fórmulas gastadas.
Seguro que no existe aún eso que estoy diciendo, pero es la
labor de los creadores, de los artistas generar esas cosas que no existen,
mucho más ahora que todo objeto estético existe a partir de inversiones
millonarias que lo imponen como único o exitoso o famoso en un contexto
dominado por medios de comunicación de cero contenido.
Considero que la historia de Occidente nos enseñó que los
cambios sociales surgen de ideas maravillosas de cambio, adaptadas a los
contextos sociales de cada momento de la historia. Nuestro momento no es
diferente a ello, sólo que las ideas de la actualidad no son geniales ni
siquiera ingeniosas, son medios de sometimiento intelectual facilistas y
carentes de contenido.
Así que más que hacer vida de artista, más que ser parte de
la veintena de asistentes a eventos artísticos y culturales, me quedo
trabajando a favor de generar ideas y maneras diversas a favor de la creación y
las artes, como este pequeño trazo que más que aclarar, cuestiona.
Quienes buscamos vivir dignamente de hacer cosas creativas
estamos obligados a crear objetos estéticos capaces de gustar al público, crear
lenguajes para hablarle a la gente de a pie. Ya que los espacios del estado
reservados para los artistas ya están ocupados y la herencia de los mismos
tiene una larga fila de allegados, familiares, compromisos y amigos. Lo mismo,
de forma aún más obvia, ocurre en los senderos de la academia, donde los
profesores e investigadores repiten esquemas anquilosados a los jóvenes que
saldrán a un mundo preparados para seguir repitiendo conceptos incongruentes
con la realidad social.
Más que pertenecer a élites y grupos sociales, el momento
nos pide crear nuevas maneras de creación, diversos modelos artísticos
adecuados y posibles para la sociedad de este momento. Más que seguir
encerrando a la creatividad artística es momento de abrirnos, buscar y hallar
las vanguardias que el siglo XXI está pidiendo a gritos. De lo contrario
asistiremos a los funerales de las artes, veremos cómo las expresiones
artísticas se vuelven estudios de la antropología e inversión de museos y coleccionistas
millonarios, mientras la gente vive pensando sólo en diversión banal, talentos
y expresiones sin contenido.
3 comentarios:
Creo que sos cada vez más sabio. Hay mucho de ego y solo ego en esos encuentros de "artistas"donde el punto principal es pertenecer. Tu trabajo es auténtico y me alegra haber sido testigo de la comunicación que enseguida estableces con los chicos de cualquier lugar.
yo he tenido la fortuna de estar en algunas presentaciones, (dos o tres, no más) y lo he disfrutado enormemente, incluso hasta en el sentido artístico, arte, es la capacidad de entregarte a un quehacer, a una labor, sin saber por donde vas,.......... pero entregando cada milímetro de tu ser. luego te vas dando cuenta de lo que va resultando con la práctica con la experiencia, felicidades martín, con mucho cariño.
ivonne
Tus reflexiones me llegan desde diversos frentes: como maestra, como antropóloga, como madre.
Como maestra me haces pensar en la necesidad de buscar esa diversidad de formas de comunicación desde el aula (el asunto de la educación es todo un rollo aparte que no veo el caso abordar aquí) pero fundamentalmente poner en juicio esas herencias decimonónicas y del siglo XX acerca del arte y el artista. Buscar la manera de que los alumnos se pregunten sobre esas cuestiones que los atañen.
Como antropóloga, colocarme no en la alteridad, sino en la identidad de las actividades en las que, la neta, no me siento tan sola después de leerte (becas de investigación, de posgrado, estímulos institucionales, el famoso sistema nacional de investigadores SNI).
Como madre, qué hago para enseñarle a buscar alternativas de experiencias, el arte como una de ellas.
Gracias por compartir tu reflexión, me re-colocas.
saludos
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