12/05/2005

¿Y sí?

Veo las arrugas del mentir en las miradas capturadas de una lente. He buscado a mis amigos del pasado, a la gente que la vía ha alejado, en un google limitado y circular.
Y entonces ahí estaban, tan ellos y tan el otro, tan sus metas alcanzadas y la comodidad traducida en la delgadez del gimnasio o los kilos de más de la vida agitada de la oficina.
Y entonces me miro en una foto tomada hace menos de 24 horas, miro cómo todo el entorno a la imagen se mueve. Entonces te mueves y se mueve todo lo que hay entorno.
Entonces escribes historias nuevas cotidianemente, dejas atrás a la gente de hace más de un par de años, sólo pasa por el colador aquello que permanece de algún modo cercano.
Qué nostálgia, qué tristeza, qué soledad la de quien ha destrozado con sus manos los cimientos de sí mismo para comvertirse en la No Promesa, dejado atrás el Yo Pienso tornado a un Yo camino.
Descubro con doloroso pesar que comienza a llegar la hora de definir ese Yo Pienso. No es cansancio, ni pesar, ni falta de energías, sino anhelo de identidad. Estar siendo sólo para sí mismo, la misma conjugación "estar siendo" resulta imposible. Se es de forma completa sólo a partir de una identidad gregaria, no saltando de un grupo a otro, no brincando de mago a payaso, de elefante a jirafa.
Sin embargo, alguien se atreve a enaltecer los valores de tanta inestabilidad, esa posibilidad de lo otro en sí, del otro para sí mismo.... pero a final de cuentas no hay nadie, no hay nada afuera.

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