Navidad nos demuestra cuán animales de costumbres somos.
Hagas lo que hagas, planees lo que planees invariablemente terminarás haciendo lo mismo, tolerando lo mismo, quejándote de lo mismo casi con la misma gente que año tras año.
No sé si vivimos con base en nuestras costumbres o vivir es una de esas costumbres sin reflexión alguna que cargamos porque nos dijo nuestra mamá desde pequeños, porque vimos en la tele o aprendimos repitiendo en la escuela.
12/23/2014
12/20/2014
La Huasteca tiene mucho por enseñarnos
Hacía tanto que no estaba en un ritual tradicional Huasteco que la emoción de pronto se volvió alguna que otra lagrima. Llegamos a Chiconamel un poco cansados, desconcertados por el mal estado de la carretera pero expectantes. La gira se había pospuesto y las cosas parecían liadas, pero llegamos al medio día. Preguntamos en la presidencia municipal por el director de la Casa de Cultura y nos enviaron dos calles arriba, una manta al final de unos escalones dejaban claro que ahí era.
A las cinco de la tarde comenzamos, listos con el vestuario encima y casi dispuestos a arrancar nos dimos cuenta que nos faltaba un cable y la música era casi imposible. Decidimos que arrancara el ritual en lo que se nos ocurría algo para musicalizar los malabares.
Uno a uno fuimos recibiendo una bienvenida de mano, con collar de flor de cempasúchil y la Invitación a hacer una cruz en el suelo con Coca-Cola de una copita.
Entramos a un patio hermoso con un naranjo cargado de frutos y exposición de bordados, cerámica, máscaras y un presídium rodeado de pinturas y símbolos que en ese momento no entendí.
La Huasteca es mágica y extraña, de las regiones que más tardaron en ser evangelizadas y aún conservan el idioma náhuatl en la mayoría de su población.
Nos advirtieron con amabilidad que harían un ritual antes del evento, que nos darían la bienvenida con collar de flores y nos contarían acerca de la comunidad.
A las cinco de la tarde comenzamos, listos con el vestuario encima y casi dispuestos a arrancar nos dimos cuenta que nos faltaba un cable y la música era casi imposible. Decidimos que arrancara el ritual en lo que se nos ocurría algo para musicalizar los malabares.
Uno a uno fuimos recibiendo una bienvenida de mano, con collar de flor de cempasúchil y la Invitación a hacer una cruz en el suelo con Coca-Cola de una copita.
Sahumarnos una y otra vez fue el siguiente paso. Mientras una maestra nos contaba la historia de Chiconamel, entre la leyenda y los datos comprobables. Lugar de siete nacimientos de agua, formado por 7 barrios donde se puso una de las tres primeras iglesias de la región. Y ahí la leyenda de Acaxóchitl, flor de carrizos, en la que fue cautivada primero por el sonido de la campaña y, después, por la relación con el cura. Hasta que murió y fue bautizada como María de la Asunción, de ahí que sea la patrona del pueblo.
Después de agradecer todo el ritual y recibimiento dimos función. Nos salvó la vida el cd de una banda de conocí en FILIJ, pareció que lleváramos mucho tiempo trabajando con esa música: la Brass Street Boys.
Luego vino la cena, mataron un par de gallinas a nuestra salud y disfrutamos de el adobo y el arroz, agua de limón y refrescos.
Dormimos en aquella Casa de Cultura, con los rituales y rezos alrededor, con una forma diferente y nueva de ver la realidad. Salimos tempranito con la incesante lluvia de diciembre que nutre la segunda siembra de maíz del año.
Camino a Platón Sánchez hablamos tanto. Paola impactada de cómo la coca cola suplantó la bebidas ceremoniales, Roberto feliz de las cuatro vasijas para agua que nos regalaron, Alethia impactada por los rezos y el sahumerio que molestó a Devika en el ritual de bienvenida y yo...
Yo recordé los rituales que hacíamos con José Pérez Alférez y su proyecto de recuperar los saberes prehispánicos, lo americano original.
El camino nos tiene en Platón Sánchez después de unas deliciosas enchiladas huastecas, listos, puestos y dispuestos.
9/27/2014
La última lágrima de Stefano Benni
Si te acercas a este texto pensando que hablaré del libro o
el autor,
que haré una semblanza que te sirva para la clase o para tu tesis.
Atrás
aventurado internauta, desiste de tu empeño.
Narraré una serie de eventos afortunados
que me hacen hoy
tener en las manos un ejemplar nuevo de este libro
en su
versión al castellano aquí en México y concluiré
haciendo pública una promesa
personal.
Si aún así, decides adentrarte a los devrayes ególatras
de este
cuentero, pasa sin tocar.
La noticia de una traducción al castellano de los nuevos
cuentos de Benni me llegó a Facebook junto con un adelanto del primer cuento:
Papá en televisión. Como siempre quedé fascinado por la rapidez y locura de esa
narrativa. Así que me dispuse a buscar el libro. Primero en librerías, pregunté
en algunas, busqué vía internet en otras y todas coincidían en lo mismo:
“tenemos otros títulos de la colección, pero ese no nos llegó”. O alguna
variante estilo: “me aparece en el sistema, pero no hay físicamente en ninguna
de nuestras sucursales”. Y así la búsqueda en librerías mexicanas, de mi
región, de otras y el consabido consejo de los amigos: “cómpralo por internet,
en amazon o en… esta, ¿cómo se llama?” Y cuando les preguntaba si alguien había
comprado libros por alguna de esas páginas la respuesta siempre fue la misma:
“no, pero dicen que…”
Y entonces vino un viaje a Argentina. Calle Corrientes con
sus largas calles repletas de tiendas de libros, con su oferta gigante de
alteros de libros baratísimo, otro en descuento, otro más de libro usado a
precios razonables y las enormes librerías nuevas con ese aire europeo que le
vuelan la cabeza a propios y extraños. Busqué y busqué nada, ni en los nuevos,
ni en los usados, ni mucho menos en los saldos hubo nada. Eso sí aproveché para
conseguir algunos título de César Aira en Beatriz Viterbo, compré alguna que
otra rareza como La historia de una Vaca o la leyenda de un luchador argentino
narrada por su nieto. Muchas historias delirantes y divertidas. Pero del corrosivo
humor de Benni, nada.
Pasamos prácticamente un día recorriendo Corrientes y sus
alrededores, comimos ñoquis con salsa, supremas, milanesas y ensaladas de dos
rebanadas de tomate, dos hojas de rúcula y algo de lechuga, bebimos el único
café que se parece al de México allá, el de esas cadenas mundiales que en
cualquier sitio hacen que sientas un poquitín menos de nostalgia y cuando todo comenzaba a cerrar, cuando los
letreros del metro encendieron, mis acompañantes agotaron su paciencia ante el
dolor de pies y el frío calahuesos del agosto bonaerense.
“Sólo un par de librerías más, sólo esta calle y ya
volvemos”. Las chicas desistieron y se quedaron sentadas en alguna cafetería,
tomando un expreso en jarrito con su dosis de agua mineral. Yo no entendía por
qué la literatura me hacía esta mala pasada. Buscar La última lágrima en
México, en Argentina y no hallarla. Las últimas horas pensé, creí que los
muchachos de Lengua de Trapo habían colocado el nombre sólo por no dejar, que
habían hecho un tiraje de 10 ejemplares para decir que el libro salió y que
procedieron a su trituración inmediatamente después de la rueda de prensa y
presentación del ejemplar. Estaba muy molesto.
La última librería era más como un bazar, con viejísimos
ejemplares de Losada, Austral y primeras ediciones de sellos bastante extraños.
Creí todo perdido cuando le pregunté al dueño, ni siquiera me respondió, alzó
la mirada de la pequeña pantalla que miraba mientras chupaba su pucho una y
otra vez. El gordo no me entendió o, como muchos vendedores, hizo que no me
escuchaba ante mi facha de migrante
boliviano o paraguayo.
Volvía con los hombros caídos y molesto, muy molesto, cuando
mi acompañante me dijo: “mira, acá hay unos libros en italiano”.
Voltee y lo vi. Ahí estaba en la edición económica de
Feltrinelli: “L´Ultima Lacrima”. Abrí el libro para constatar que iniciara el
cuento que conocía, descubrí que algunas cosas en italiano comprendía (benditos
semestres que repetí en la universidad por amenazar al hijo del profe de
latín). Y luego, chequé cómo estaba subrayado, tenía marcas de haber sido usado
para alguna clase de traducción, palabras con su correspondiente en
castellano-argentino, marcas sólo en un relato. No lo pensé y lo compré. El
precio fue bajísimo pero levantó mi ánimo, si no podía tener la traducción, la
haría yo mismo.
Regresé a casa de nuestra anfitriona con el ánimo
contrariado. Hallé el libro, existía el original, lo tenía en las manos, pero
no en castellano. El esfuerzo sería grande y había que comenzar ya mismo.
Trate de entender cada cuento, pero entre el cansancio, el
frío y toda la gira de cuenta cuentos que se avecinaba me venció el cansancio y
lo dejé para la vuelta a México. Así pasaron los días, entre escuelas,
bibliotecas, viajes al sur y al norte de aquel enorme país. Una semana antes de
volver, mientras esperaba que nuestra anfitriona terminara de dictar su taller
de Narración Oral en la biblioteca de Morón salí a checar las librerías
cercanas, una de descuentos que ya me había aprendido de memoria y otra, en la
cual se juntan libros nuevos con usados. Busqué cómo siempre en los apellidos
de los autores que me interesan y, simplemente, ahí estaba.
Mojado, casi desprendidas algunas páginas, con restos de
moho, algo apestoso y con el lomo hinchado y torcido. Era el libro que había
buscado por tantas librerías, en los anaqueles de segunda mano. Lo tomé con
incredulidad y no lo solté, no lo solté para nada hasta que llegué a pagarlo en
caja. Fue baratísimo.
Corrí a contarle a mis compañeros. Con la emoción creyeron
que nuevamente la gendarmería me había pedido mis documentos, la pinta de indio
americano en Argentina es casi un delito. Pero no, lo vieron con cierta
incredulidad, ¿cómo lo conseguiste? Preguntaron y me deleité volviendo a contar
esta historia.
Fue el mismo viaje en que me tomé al escritor César Aira en
Plaza Rivadavia, dos días antes de que volara a México. El viaje que me llevó a
recorrer mucho del país, un viaje maravilloso sin duda.
Un par de años más tarde me encontré ese mismo libro en
México, en la Librería Rosario Casellanos. Estuve a punto de comprarlo, pero
era carísimo. Desistí a cambio de algunos álbumes ilustrado y alguna que otra cosa.
La obra de Stefano Benni no llega a México, los ejemplares
que te toparás son de La cofradía de los Celestinos en Ciruela, últimamente su
versión narrada para chicos del Cyrano y ya. Las novelas que editó Norma en
Colombia aparecieron y se esfumaron de las librerías. Quizá Terra en alguna
edición antigua, pero no más. Sus cuentos de El Bar en Fondo del Mar llegaron
en la colección de Seis Barral baratísimos, se vendieron y desaparecieron para
siempre.
Y lo entiendo, es un escritor irónico, duro, pasa de ser
cómico a hacer retratos durísimos que ofenden a la ideología mexicana o,
simplemente, caen en ese tipo de confesiones que la idea latinoamericana del
mundo hace como que no pasan. Su manera de mostrar una sociedad estratificada y
estúpida no le viene bien al lector común. Alguna vez, cuando trabajaba en
librería, compartí mi gusto por Benni con críticos literarios, cuenta cuentos,
otros escritores y su respuesta fue siempre la misma: “no entro, no me gusta”.
Quizá no estamos acostumbrados a leer cosas que nos
inquietan en verdad. Lo cierto es que lo conocí por Caterina Camastra, gran
amiga y gran lectora. Ella vino muy joven a México, a estudiar, a conocer y se
enamoró para siempre de este país.
Ante tal ausencia de libros de Benni, una tarde compré un
ejemplar de La última lágrima en Mercado Libre. Llegó muy bien, casi nuevo el
ejemplar y… vaya sorpresa. Era el mismo ejemplar que había estado expuesto en
la Rosario Castellanos.
Lo sé porque conserva la misma etiqueta que había visto con
el precio un par de años antes. Lo sé porque en mis frecuentes visitas a
librerías busco siempre a mis autores favoritos y no lo vi antes por ningún
lado. Así que tengo dos ejemplares y ahora busco otro ejemplar de mi deshojado
“El bar en el fondo del mar”.
Y para cerrar deberé decir que no hay cariño sin
correspondencia ni viceversa y aunque no hablo ni escribo el italiano, sé que
Benni me ha respondido algún que otro comentario por Facebook y aunque sus
editores o quizá el mismo se escandalice cuando lea esto, haré un espectáculo
para jóvenes y adultos con sus cuentos. Algunos de ellos ya los contaba para
niños antes y, ahora, llevaré estos
delirios, esta visión diversa y contestataria de un mundo unívoco y absurdo a
los oídos de muchas personas que aún no saben el gusto que tendrán por una
literatura diversa y nada insípida.
9/07/2014
Con El Payaso Maldito
Un personaje nacido de la necesidad de criticar tanta vulgaridad. Con su humor de anti héroe y su necesidad de unas monedas a cualquier costo.
El Payaso Maldito busca ejemplificar cómo llamamos humor a la discriminación, a la burla y la anulación de lo diverso.
Muy pronto conocerán mucho más de este singular personaje.
8/14/2014
Bajar un cambio
Nada es tan difícil como detenerse. No hay freno que resista un camino constante, fuerte, firme y de pronto el golpe. De inmediato aparece el aroma a balata quemada, la sensación de que el pedal se hundirá hasta el fondo y no habrá más que un golpe seco. En un camino sinuoso en el cual es difícil ir lento, administrar el motor y el freno es lo más complicado.
Eso mismo nos pasa.
Vamos a una ciudad, trabajamos en su Feria del Libro, en sus escuelas, realizamos algún proyecto que nos requiere ocho, diez o doce horas. Acabamos exhaustos y al día siguiente, antes del amanecer, hay que enlazarse a radio, hablar de lo realizado y estar pendiente.
Y nuevamente dar todo en el escenario, en talleres, en un texto e incluso en una propuesta para más trabajo.
Y así se vive. No se gana ni se pierde. No hay mediación económica en este asunto. Porque si esperamos a que paguen lo que hacemos nos quedaremos como la mayoría: "entrenando", "ensayando" y con las ganas perennes de dar un paso hacia el público.
Así que no importa si el cierre de un viaje se junta al día siguiente con el arranque de otro proyecto. Ahí vamos como juglares abriendo caminos, compartiendo el andar y todo bien.
Pero de pronto hay que detenerse.
No hay viaje.
Aparecen los domingos, los lunes. Aparecen las cuentas, ordenar nuevos rumbos. Bajar un cambio o dos o tres, bajar por salud y por necesidad. Entonces el cuerpo comienza a doler y la mente va muy rápido.
Es necesario reunirse con amigos y hablar tonterías, charlar todo lo posible y si es posible comer con mucha calma, beber un poco y hacer el bobo. Pero nunca es demasiado tiempo y unas horas más tarde la mente viaja al mismo ritmo que el auto en el camino y entonces aparecen las letras.
Hay que hacer proyectos, cerrar otros, charlar con amigos y echar palante todo lo que fue quedando atrás.
Ideas como vacaciones, descanso y demás las dejamos para otras estructuras de pensamiento, para otras formas de vida. Y no es queja, sólo que bajar un cambio cuesta y, a veces, mucho.
Eso mismo nos pasa.
Vamos a una ciudad, trabajamos en su Feria del Libro, en sus escuelas, realizamos algún proyecto que nos requiere ocho, diez o doce horas. Acabamos exhaustos y al día siguiente, antes del amanecer, hay que enlazarse a radio, hablar de lo realizado y estar pendiente.
Y nuevamente dar todo en el escenario, en talleres, en un texto e incluso en una propuesta para más trabajo.
Y así se vive. No se gana ni se pierde. No hay mediación económica en este asunto. Porque si esperamos a que paguen lo que hacemos nos quedaremos como la mayoría: "entrenando", "ensayando" y con las ganas perennes de dar un paso hacia el público.
Así que no importa si el cierre de un viaje se junta al día siguiente con el arranque de otro proyecto. Ahí vamos como juglares abriendo caminos, compartiendo el andar y todo bien.
Pero de pronto hay que detenerse.
No hay viaje.
Aparecen los domingos, los lunes. Aparecen las cuentas, ordenar nuevos rumbos. Bajar un cambio o dos o tres, bajar por salud y por necesidad. Entonces el cuerpo comienza a doler y la mente va muy rápido.
Es necesario reunirse con amigos y hablar tonterías, charlar todo lo posible y si es posible comer con mucha calma, beber un poco y hacer el bobo. Pero nunca es demasiado tiempo y unas horas más tarde la mente viaja al mismo ritmo que el auto en el camino y entonces aparecen las letras.
Hay que hacer proyectos, cerrar otros, charlar con amigos y echar palante todo lo que fue quedando atrás.
Ideas como vacaciones, descanso y demás las dejamos para otras estructuras de pensamiento, para otras formas de vida. Y no es queja, sólo que bajar un cambio cuesta y, a veces, mucho.
Foto: Aníbal del Rey Alvarado |
7/29/2014
Infancia
Los humanos creamos la infancia sólo para destruirla tiempo más tarde. Cuando tuvimos demasiado tiempo libre, gracias a las máquinas y procesos mecanizados hubo que entretenernos. Hubo que inventar muchas cosas.
Arte, infancia, educación, ideas vueltas comportamientos y procesos medio incomprensibles, medio inasibles.
Ahora que se coronan como únicas y válidas esas invenciones, entonces son necesidades, derechos y entonces se vuelven privativos para un sector social, para algunos países, para un puñado de personas.
Ahora la infancia es un pretexto más para el consumo, una manera de llenarnos de productos transformados. Más allá del niño está el consumo masivo de productos que les dedicamos.
La 14 es sin duda muestra plena de un mundo de "sueños y color" que apesta a pescado podrido.
5/03/2014
Los humanos no generamos conocimiento alguno
Imitar, imitar, de mi raza la razón es la pura imitación.
¿Cuánto tinte para ser aceptada,
una falsa güera oxigenada?
¿Cuánta ropa sobre tu piel para pertenecer?
Con tus jeans de mezclilla como un buen esclavo,
de lino, lana o casimir traje de capataz vas a vestir,
con ropas ligeras muestras lo que tienes a la venta.
No pienses, no piensas,
sólo imitas lo que ves
andas las mismas sendas.
Llamamos cultura y educación
a la dictadura y su imposición.
Imitar, imitar, de mi raza la razón es la pura imitación.
5/01/2014
Abril es el mes más pinche
El día del niño de este año fue sin duda el mejor de todos los que he pasado como trabajador infantil. Muchas veces lo dije en tono de queja: abril es el mes más pinche.
Porque en abril todos quieren actividades para niños, sin importar qué ni cómo pero sí cuánto. Es decir, funciones a destajo por aquí y por allá, competir contra botargas de Disney, contra payasos groseros y mal encarados, comprtir por una chamba más contra compañeros, desgastarse con decenas de funciones y terminar enfermo, cansado y molesto.
Este año no fue así. No teníamos casi nada para ese día porque subimos los costos. Nadie en Puebla nos contrató para el 30 de abril al precio que propusimos. Así que dimos al final 4 funciones, unas a precio ridículo otras a precio oferta y una que cada año hacemos.
Pero esta vez sin prisas. Sin competir contra nada ni nadie. Recién desempacados de Brasil y con mucho dominio del escenario, claros en cuanto a lo que queríamos decirle a los niños y los adultos.
Un día lindo, en que pudimos disfrutar cada momento de la función, este año abril no tuvo nada de pinche.
Aún seguimos fuerte con los festejos, este fin de semana iremos a Kani Tajín a estrenar los Cantos y Cuentos de El Juglar.
4/23/2014
Decálogo de la Estupidez de la Sociedad Actual
10 cosas estúpidas de la sociedad actual
Martín Corona Alarcón
Las redes sociales se han dado a la tarea de crear decálogos
de lo más “interesante”, con la fina intensión de que logres distraerte 10 o 20
minutos, metiendo en tu cabeza información absurda y sinsentido disfrazada de
útil e innovadora. Desde las diez mejores marcas de autos para chocar sin
fallar en la muerte inmediata, hasta los alimentos que jamás deberías consumir,
pasando por los 10 pensamientos más imbéciles de un gobernante, las decisiones
más estúpidas en pareja o los diez dichos que tus hijos deberán tener como
mandamientos el resto de sus días.
Lo cierto es que en el mar de información absurda, falsa o
simplemente desechable, no están enmarcadas aún las 10 cosas que hacen
tremendamente estúpida a nuestra cultura actual. Todos hablan de globalización,
cultura mainstream pero nadie se detiene a reflexionar en lo más simple, lo
cotidiano, eso que marca los pasos de todos, las conductas y maneras de organizar
la vida en lo personal, lo grupal y lo general.
El dinero
Sin duda el número uno de la estupidez humana actual. Este
hijo de la propiedad privada es el eje de las conductas, roles y conflictos de la
humanidad actual. La gente mata y se mata por el dinero, pasa la vida creando
la manera de tener más porque cree que así será más feliz.
Sin embargo, cuando se tiene mucho dinero se requieren
cuidados, formas y una dependencia total a ese estilo de vida. Y, finalmente,
es algo estúpido porque no es real. Es decir, es una convención. Hace mucho
tiempo a alguien se le ocurrió hacerle creer a todos que el oro, los papelitos,
monedas o valores en el banco pueden traducirse en bienes de la vida diaria y
el resto lo creímos, lo creemos y enseñamos a los chicos a creerlo.
Por eso el mundo es de quienes saben este secretito: la
humanidad entera va tras un imaginario, tras un sueño absurdo. Basta que seas
el dueño del símbolo de ese sueño para tener en tus manos a todo el hormiguero.
Las ciudades
Los humanos somos mamíferos, animales como cualquier otro en
realidad. Sin embargo, somos capaces de creer y crear cosas, por ello creemos
en absurdos tales como que se vive “mejor” en grandes concentraciones de
humanos.
Las ciudades alejan a las personas del campo, de la naturaleza,
del agua, de la comida, del aire. Y cuando son muy grandes gastan miles y quizá
millones de horas de trabajo humano en traerles hasta sus casas en la ciudad:
comodidad, cosas naturales, agua, comida e, incluso, limpieza de su aire.
Los hormigueros son formas funcionales de sociedades de
insectos, pero las ciudades son un absurdo tal que decidí ponerlas en segundo
lugar de este decálogo de la estupidez.
El trabajo
Nada más absurdo que “trabajar” horas y horas de tu vida en
algo que no te deja un beneficio directo, sino dinero (vaya al primer absurdo)
que además no te alcanza y, encima, vivir quejándote.
Si todos los que se emplean hicieran cuentas reales de lo
que gastan sólo para tener un estilo de vida que les permita ser empleados,
seguramente serían conscientes del porqué el trabajo está en tercer lugar.
Nota: el trabajo aquí es tomado como empleo, no nos
referimos al trabajo de hacer de comer, fabricar la propia ropa, cuidar ganado
u otros impensables trabajos directos. Ni mucho menos a las labores que te
hacen sentir bien, tengan o no pago económico.
Las cajas
Nadie repara en que toda la cultura actual basa sus
tecnologías y formas de agrupamiento en cajas (vaya a poema Cajas de Ángel
Guindá). Y como nadie repara en ello, no sabemos porqué es así, damos por
sentado que es la mejor forma o la única, sin embargo, en realidad es sólo otro
supuesto social y cultural.
La realidad no real
Dinero, trabajo, ciudades son parte de la realidad no real
que al convertirse en un imaginario social, es decir cuando todos creen que es
real, se convierte en eje de la
sociedad. Lo mismo pasa con las artes, la política y muchas áreas del mamífero
bípedo llamado humano.
Sin embargo, se ha llegado a un absurdo tal que se invierte
tiempo, dinero y mucha energía en pantallas cuadradas que simulan realidad y,
al final, no son reales, sino un campo de inacción.
Ahora mismo estás leyendo sobre la realidad real en un
espacio de realidad virtual, falsa, irreal.
La educación
Y qué mejor manera de hacer que los humanos seamos algo no natural
e inclusive opuesto a nuestra propia naturaleza que adiestrándonos. Es decir,
la educación es una forma de meter en la mente y, por ende, en los
comportamientos y estructuras
determinadas maneras de pensar y de organizar el mundo. Mucho más cuando se
hace desde que son pequeños, así simplemente seguirán imitando esas maneras de
comportarse y asumirán que su identidad es lo que se les impuso.
Pretextos habrá muchísimos, lo importante es “educar” a
todos con las pautas necesarias para que sigan creyendo ciegamente en el
dinero, el poder, la ciudad, etc…
Los roles de género y la lucha
Sin embargo, pese a todo eso, algunos mamíferos de los
llamados humanos se rebelaban y trataban de hacer cambios en sus sociedades,
llegando al punto de descreer en ciertas cosas de las antes mencionadas.
Entonces inventaron la cúspide de la estupidez: los roles de género.
Hacerles creer que su complementaridad era una pugna, una
competencia y, animales como son, se lían en eso. Y mientras discuten, compiten
y se lastiman entre sí, todo queda igual. De manera que sus esfuerzos cotidianos
y la energía que pudieran elevar al infinito queda desgastada en un absurdo
polarizar su ser complentario mediante la idea de géneros, diferencias e
incluso supremacía.
La competencia
A rio revuelto, ganancia de pescadores reza el dicho. Y nada
más cierto, mientras los humanos vivimos peleando entre nosotros no entendemos
que el sentido de toda lucha es absurdo, porque siempre hay un ganador por
sobre los bandos. Por ejemplo: en toda guerra el verdadero ganador es quien
vende las armas, en los deportes los ganadores son los empresarios, en la lucha
del bien y el mal los administradores del dogma y un largo etcétera.
De manera de la competencia entre los humanos sólo beneficia
a quien ha creado la pugna, mientras miles de personas se confrontan y le dan a
ganara uno o, acaso un puñado de organizadores.
La libertad
Nada más estúpido que esta idea. Porque la libertad es sólo
una idea, no es un estado de ánimo, ni una emoción, es sólo la idea. Desde el
momento en que la idea de libertad es en lo social el opuesto a la de
esclavitud, tendríamos que decir que para un humano Occidental del siglo XVI y
XVII ser libre es: no ser negro, no trabajar de sol a sol, no ser vendido ni
traspasado, no trabajar a cambio del alimento, no tener un patrón o dueño, etc.
En cambio se es libre en el siglo XXI cuando por propia
voluntad: has terminado la universidad, maestría o doctorado, trabajas para un
patrón que decide tus horarios y pagos, vives en un sitio que pagas con tu
trabajo, si no trabajas no comes, entre más sirvas en tu trabajo mejores
beneficios tendrás, si eres muy bueno en lo que haces otra empresa o patrón
vendrá a comprarte (perdón, quise decir contratarte) para que trabajes para él.
De este modo queda demostrado por qué la libertad es el
número 9 de nuestra lista.
El amor de pareja
La misión base de toda especie sobre la tierra es muy
simple: preservarse. Es decir, la procreación para que la especie como tal
prevalezca. Sin embargo, los humanos consagran su estupidez llevando esta
misión básica a un extremo ridículo llamado “amor de pareja”.
Necesitados de dos caracteres (ver punto 7) los humanos
hemos creado un enorme amasijo de ideas absurdas alrededor de un acto natural:
convenios, ritos, mitos y sobre todo la idea de amor de pareja como eje de la
energía de cada ser.
En el siglo XVIII, cuando las máquinas hicieron que la gente
tuviera demasiado tiempo libre, la humanidad comenzó a ser Romántica y a pasar
demasiado tiempo pensando en el Otro. Y así, en la actualidad películas,
canciones, libros, televisión, en fin la creación humana en general tiene como
uno de sus ejes el amor de pareja, cuando es algo tan simple, tan natural, tan
orgánico como la propia necesidad de que la especie siga viviendo.
Sé que hay más muchas más estupideces en el mundo actual.
Sé que este decálogo será siempre incompleto, sin embargo,
por algún lado hay que comenzar.
Con este breve texto celebro con beneplácito las creación de
tantos decálogos que tan necesarios son al ejercicio de procastinar*
cotidianamente en el devenir actual de la humanidad.
* Procastinar: siempre me he preguntado por qué le pusieron un nombre tan eufónico a una no acción tan absurda. En México usamos desde antes del neologismo: pen..jear, hacerse tonto ma..r gallo. Por ejemplo: estoy aquí nomás ma..ndo gallo en la compu.
1/07/2014
Fábula del siglo XXI
Trajeron a un chamán venido de la parte más recóndita de la sierra indígena a una escuela en el centro de la gran ciudad. Entonces les pidió a los niños que por favor subieran al único árbol que tenía la escuela.
La directora y todos los maestros se opusieron con argumentos como: “se van a lastimar”, “vamos a tener problemas con los papás” y cosas por el estilo.
El sonriente chamán les dijo que no se preocuparan y entonces soltó la frase: "al primero en subir a la copa del árbol le daré un montón de dinero".
Corrieron cientos de chicos, se golpearon, se lastimaron, se aplastaron. Al principio los maestros trataron de evitarlo, pero cuando el brujo reiteró: “mucho dinero para quien logre subir”, entonces cada uno eligió a un chico a quien apoyar, asistir, cuidar para que ganara.
Cuando quedó una decena de niños la batalla se volvió de los adultos que, a empellones, jalones y amenazas, trataban de subir a su alumno predilecto.
Al final un chico lo logró, apoyado por la directora.
El chamán le entregó una bolsa llena de billetes. No cabían de gusto, sin importarles los golpes propinados, el montón de raspones, arañones y uno que otro diente en el suelo, abrieron la bolsa.
Pero cuál fue su sorpresa al descubrir sólo billetes de hacía más de 50 años, todo ese papel no tenía ningún valor. Acaso algún coleccionista les pudiera dar algunos pesos por ellos.
La señora directora estuvo a punto de golpear al sabio, quien sin quitar su sonrisa estúpida le dijo: “querían ganar por encima de los demás, ahora tendrán que pagar por el daño que hicieron por pasar sobre ellos. En realidad, siempre es así, pero ustedes no pueden darse cuenta”.
El chamán se fue y la directora junto con todos los maestros decidieron cortar para siempre el único árbol de la escuela, por mera precaución.
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