Arranque de columna semanal
La columna
Ese género maravilloso que de un tiempo a la fecha se
convierte en uno de los más leídos. Porque la gente no lee la nota de prensa,
en el encabezado cree haber entendido todo y defiende con fe ciega una opinión
que cree personal basada en un atisbo, en un brevísimo enunciado.
Cuando ves un post de Facebook o el título de la nota en
Twitter te haces una idea. Pero cuando lees algo más “profundo” al respecto y,
además, escrito por un nombre famoso, multicitado en redes o con la foto de un
escritor no puedes dejar de asomarte un poco.
Y ahí actúa La Columna con toda su fuerza.
Los viejos tiempos
Recuerdo aquella época de la prensa diseñada por
cuadratines, de contar las letras y las palabras para que “entrara” en la
columna. Sí, tuve esa oportunidad.
Y me acuerdo muy bien que si había algo aburrido en el
periódico era la columna de opinión. La foto de un viejo bigotón
invariablemente de traje haciendo gesto de pertenecer a una sociedad secreta (como
las de Umberto Eco) que con palabras del siglo XIX trataba a toda costa de
defender algo que tampoco era nada claro.
Cuando la prensa escrita tenía al periódico como único
depositario las columnas de opinión era la cosa más aburrida y poco importante.
Sólo las leían los políticos y esos viejos aburridos que pasaban los ojos por
todo el periódico gracias a su tiempo libre o al ocio disfrazado de empleo.
La columna cambió. Del
lenguaje críptico (sí, así como la palabra misma) al golpeteo directo, a
la queja, al ataque y la demostración. Y en lugar de que sendas autoridades en
el tema desarrollen sobre un asunto, es el director del periódico, el editor o
un periodista con reputación (buena o mala) quien la escribe.
La calumnia o columna
El género de la columna no es noticioso como tal, sino de
opinión. Es decir, no hay noticia sino opinión acerca de una noticia, evento o
situación. Por ende una columna es una visión de un gran todo, un enfoque, un
modo de ver las cosas.
Lo más importante es que no tiene compromiso alguno con la
verdad, no pretende ser verdad pero sí erige una verdad. Nunca nos detenemos a
analizarlo, pero el columnista habla del tema como si aquello que dice fuera la
verdad única. Y nosotros lo creemos, porque lo está escribiendo, lo estamos
leyendo (y leer es bueno desde la Biblia hasta las Sombras de Gray, dicen).
Así que los columnistas de este momento y los de antaño
poseen el maravilloso poder de ser como una cámara de la realidad, ellos
retratan, destacan y perfilan la parte que desean. Y nosotros “entendemos”
mejor la noticia. Claro que este poder es para bien y para mal, en sus manos la
posibilidad de extorsionar, de sesgar, denostar u ocultar eventos e
información. O la de aclarar, resaltar y hasta llevar al lector hacia un sesgo más humanizado o justo, según sea el caso.
No en balde, en el argot de los viejos la pregunta siempre
fue: ¿Escribes columnas o calumnias?
Las nuevas maneras de leer “noticias”
A diferencia de antaño, ahora no es tan simple saltarse las
fotos aburridas de los viejos bigotones. En principio porque los bigotes están
de moda y las redes sociales tienen la
posibilidad de “viralizar” cualquier contenido, siempre y cuando se le invierta
suficiente dinero a dicha publicación. De manera que en tu muro aparecerá
primero el que mejor pague sin que importe el contenido o la idea.
Y ahí lo interesante de las columnas, más allá de que sean
escritas por tu autor favorito, por un periodista famoso o simplemente traigan
una foto atractiva, aparecerán siempre en tu muro de manera muy llamativa.
Y más allá de tus ideas, es una buena manera de perfilar la
información que tienes hacia los senderos adecuados. De manera que nunca te preguntarás
cosas muy básicas de ciertas noticias, además de sumarte con argumentos
razonables a un modo de ver la información, de generar una ideología, de hacer
el mundo.
Alguien paga
Más allá de teorías de conspiración, todos sabemos que los
periódicos, los grupos, aquellos que ostentan un poco o un mucho de poder,
tienen tras de sí una ideología, una manera de enfocar la realidad. Lo que para
unos es una ofensa, para otros es una práctica común, aquello que resulta
inmoral para unos es la manera de hacerse de recursos para otros.
Y de esta manera se maneja la información del modo más
conveniente para una u otra ideología o tendencia. Y un columnista es eso: un
ideólogo, él procesa la información, le da un sesgo. No genera noticia, sino
que la guía, te lleva hacia cierta manera de comprenderla.
Desgastarse en post
Y como ningún columnista hasta ahora ve la realidad como la
miro yo, pues me dedicaré a ahondar en ciertos temas desde mi propia visión.
Les prometo que hasta ahora nadie me paga por hacer la columna, de hecho la
pongo a disposición de cualquier medio que guste usarla, sea físico o virtual.
No le pondré un solo centavo a “viralizarla”, sólo tiempo de reflexión y mucha
disciplina para estar aquí todos los lunes. Y quizá de vez en vez alguna que
otra foto.
Seguro que no hablaré de temas políticos o económicos que me
pongan en riesgo, tampoco predicaré qué es lo mejor del mundo o de cómo nos
salvaremos a nosotros y nuestros hijos. Pero
les prometo que compartiré una visión que tiene detrás muchas lecturas, mucho
camino recorrido y, sobre todo, la honestidad de un juglar contemporáneo medio
cínico, medio amoroso y que está comprometido con crear nuevas vías, diversas
maneras de hacer mundos más amables.