6/04/2007

un día...


Para Devaki
Entra despacio. Eso le pido siempre que escucho sus pasos subir por la escalera de caracol que da a la puerta de mi departamento. La puerta siempre está abierta, incluso cuando no estoy. Y siempre entra. A veces cuando llego cansado me espera.
Eso justamente ocurrió hoy.
La puerta estaba cerrada, las luces encendidas y en el baño se escuchaba el chorro de agua caliente chocando contra el suelo. Ahí estaba ella.
Tuve un día genial. Comí como Juan el Bautista por la mañana y canté como chico enamorado hasta entrada la tarde. No escuché los murmullos detrás de mis pasos, no esta vez; estaba demasiado entretenido escuchando la música dentro de mi pecho.
Pero llegué y aquí estaba. Ya se había apoderado de mi espacio, de mi casa, del baño, de la cama.
Entonces, escribo, sólo para dar cuenta que a veces, de pronto la soledad te asalta y queda entonces sólo el sueño, el dolor, la estúpida conmiseración o, en todo caso, la llave mágica y simple del sinsentido.

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