El monitor de la lap no dejaba de indicar mensajes entre facebook y messenger, entre gmail y la segunda versión que automáticamente abre el hotmail. En ese momento sonó el celular, un mensaje, un mensaje final...
Entonces me pregunto, ¿dónde estoy yo? Y despierto de nuevo, porque el despertador de mi Sony Ericsson se retrasa siempre y vuelve nuevamente una y otra vez a seguir sonando. Voy directo a la Lap y, como se quedó, como siempre, encendida, se reactiva y aparecen indicadores. Dos amigos más en facebook, mensaje de la amiga que en Argentina construye sueños y el mensaje que busco no está. A cambio en su profile una frase en francés que dice mal una obviedad que en castellano sonaría absurda... le gusta mirar películas malas. Entonces me doy cuenta del juego y despierto nuevamente.
Pero antes de despertar soñaba que estaba en un viejo cine, miles de personas entrando, cientos de chicos y adultos mirando una película absurda. Un grupo de chicos se salvan en la guerra de un montón de calamidades y, al final, en la última escena mueren y sus almas son muñequitos hechos de maíz, calaquitas de maíces. Despierto, veo que el libro de la historia de coca-cola sigue ahí, junto a mi cabeza, babeo un poco y voy por café. No hay agua de garrafón, tomo del grifo y hago 5 o 6 tazas, estiro un poco y en la computadora noticias nuevas...
¿Despierto?
Realmente despierto cuando miro sus ojos cansados y siento el dolor de su espalda.
Despierto cuando se burlan de que nuevamente se cae la clava y no la tiré, en verdad se cayó y en verdad no quiere regresar a su sitio.
Despierto cuando me doy cuenta que no necesito ni tanto dinero, ni tanto brinco.
Despierto cuando Laura me habla de sus hijos, mientras lloro a moco tendido por el chile de cera con tocino y queso de mi taco.
Despierto cuando escucho tu risa.
Despierto cuando vuelvo a la cama.
Despierto, vuelvo a la cama.
Despierto, cierro la ventana y despierto.
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