La Pitaya: ahora zona de chilangos con poco dinero y muchas ganas de vivir lejos del ruido.
La varilla de un puente de concreto, para que pasen sus coches.
El puente colgante es parte de una casa que habitan sólo un par de meses al año. Supongo que tenerlo derruído da un toque bucólico a la residencia.
La vida que fluye pese a que la gente se siente dueña de las cosas, del aire, de la tierra, de sí mismos, de sus destinos... inocencia de la estulticia.
Cuando fuimos a grabar unos cuentos, me quedé fotografiando esta planta que vive por encima de las creaciones de los hombres. La vida fluye (como el río) pese a nosotros, pese a sí misma.
Una mujer con dos chicos en un coche último modelo detuvo su auto donde yo estaba. Me miró con despreció y preguntó: "¿qué hacen aquí?" Dije que venimos a hacer unas tomas para telebachillerato de gobierno del estado.
"Ahhh, porque es propiedad privada". ¿Desde cuándo es privado el aire, el agua que fluye?, nada me privó de la risa abierta e irónica con la que le respondí: "Ahh, sí, pero es tan lindo, ¿no?" Ella dijo: "bueno, hasta luego, disculpe..." Respondí un bueno, que le vaya bien...
Me reí.
¿A mí?, que la disculpe el río, el aire, la vida por su amargura.
1 comentario:
Luego de leerte, como que dan ganas de escribir algo padre, algo que esté a la altura, escribir por ejemplo que el silencio de los gatos mientras miran caer la lluvia en una tarde de verano inmuniza contra los catarros de comienzos del invierno a quienes los miran sentados en una mecedora de madera tapizada de cuero mientras se calientan la garganta con un tecito de canela, o que la obtención de una buena cosecha de jitomates hidropónicos depende más del color con el que vistan quienes atienden el invernadero que de la cantidad exacta de nutrientes vertidos en el sustrato, sobre todo cuando hablamos de colores cálidos como el naranja y el amarillo en una discreta boina de estambre tejida por la abuela materna.
Lástima que no tenga yo los suficientes recursos redactativos.
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