10/09/2005

los caminos de la vida


Afectiva y efectivamente. Los caminos de la vida no son como yo pensaba, no son como imaginaba, no son como yo creía. Hasta hace algunos meses la vía parecía sólida, por primera vez en mucho tiempo había un espacio, un tiempo estable, una solidez, al grado que estuve a punto de permitirle a mi pelo volver a ser largo... pero como yo pensaba que la vida era distinta, el cambio no se dejó esperar. Curioso asunto, una taza del Mono Mario, restos de humo cotidiano, una manzana (como el postre que Natalia me prepara para ser feliz y decirle "qué bonita señorita, yo no puedo vivir sin ti"), mi Olivetti, la funda de la cámara y el bonche de libros. La pantalla de una computadora que albergó sueños y mentiras, virtualidades fallidas y acertadas, escritos a medias y medias caladas, qué alegría mirarse a sí mismo en la lejanía.
Porque mi madre ya está cansada de trabajar pa´mi hermano y pa´mí, por eso y porque mi nuevo espacio es gótico, cotidiano no detenerse, sonreír y regalar risas, vivir bien y compartir, como el sapo que vende besos en la plaza de mercado del señor de los milagros, un Cucaracho Pardo digamos con un mazapán atravezado en el costado.
Pero qué hacer si el destino es así, sí, qué hacer que no sea compañar el dolor de alguien hasta el siguiente bar, hasta el siguiente amanecer y, en el camino de compañía, alguien te comparte sus labios, sus mañanas, sus sueños, sus besos, sus anhelos. Por ejemplo: supe de quien hace historias y quería compartir crepas; supe de quien sueña mucho y cuida por primera vez de su alma y ofrece su vientre; supe de quien deseaba le compartieran cosas y abrió sus madrugadas en charla franca; no deje de probar las mieces de la mentira y la hipocrecía; pero ahora estoy engolosinado con un Mazapán. Madrugadas, días, abrazos, besos, ternuras y cuentos que quiero estar escribiendo. Cuentos, no debrayes como éste.

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