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Porque mi madre ya está cansada de trabajar pa´mi hermano y pa´mí, por eso y porque mi nuevo espacio es gótico, cotidiano no detenerse, sonreír y regalar risas, vivir bien y compartir, como el sapo que vende besos en la plaza de mercado del señor de los milagros, un Cucaracho Pardo digamos con un mazapán atravezado en el costado.
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Pero qué hacer si el destino es así, sí, qué hacer que no sea compañar el dolor de alguien hasta el siguiente bar, hasta el siguiente amanecer y, en el camino de compañía, alguien te comparte sus labios, sus mañanas, sus sueños, sus besos, sus anhelos. Por ejemplo: supe de quien hace historias y quería compartir crepas; supe de quien sueña mucho y cuida por primera vez de su alma y ofrece su vientre; supe de quien deseaba le compartieran cosas y abrió sus madrugadas en charla franca; no deje de probar las mieces de la mentira y la hipocrecía; pero ahora estoy engolosinado con un Mazapán. Madrugadas, días, abrazos, besos, ternuras y cuentos que quiero estar escribiendo. Cuentos, no debrayes como éste.
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