Asqueroso y repleto de viscocidad. El chico Guayaba en Dulce de postre me sorprendió junto a la risa de un duende de niebla.
Primero lo descubrí robando las miradas sólo porque su ojo coqueto miraba inestable hacia adelante y hacia un lado. Luego, se llenó de la purulencia necesaria para asquearnos. Quise, intententé, puse un poco de mi parte, pero no.
El chico Guayaba en Dulce de postre tuvo que convertirse en el chico Guayaba en Dulce de postre degustado, digerido, procesado, desechado.
De tal modo, que la monstruosidad de El chico Guayaba en Dulce de postre terminó justo en la Ruta de la Caca.
9/06/2006
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