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Me sentaba en aquel bar, pedía un trago y esperaba verla pasar. Y a veces ella pasaba. A veces, sólo me daba la oportunidad de escribir y escribir...
Un día, la invité a casa. Se sentó en la silla que le había preparado, leyó el texto que le había escrito y lloró y la amé y ella y yo y un nosotros inexistente más acá, solo en papel.
Alguien dice ven. Alguien va. Alguien decide ir a otro lado. Alguien espera. Alguien dice hablaremos hoy por la noche. Alguien se va. Alguien espera. Alguien me ha dicho que esperar no tiene sentido, sobre todo cuando esperas a Alguien. Me he hartado de esperas y esperanzas, prefiero permitirme ser ese Alguien, simplemente.
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Ni lo preguntes, ya lo sabes, me gusta mirarte a los ojos, amanecer en esa tu casa enorme, mirando el cerro nevado, sentir cómo la lluvia golpea el tragaluz y el panadero pasa de madrugada con un silvato discreto. Recordaba esa tu obsesión por los sitios altos, como si de rampa para el vuelo se tratara, sonrío ahora, sabiendo que no importarán los años que vendrán, como no han importado los que fueron.
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