3/14/2005

temblar

Mauricio me contó que le pasó esto el sábado pasado. Salió con unas amigas, tres bares y no pocas cervezas. Lo cotidiano en él, podría decirse. Con una sonrisa imbécil me dijo que en el primer bar se encontró a un par de indeseables, esos tíos que esperas nunca volver a encontrar, pero de pronto se aparecen, justo cuando ya ni siquiera imaginas que aún existan: aparecen con sus narices chatas y sus cuerpos avejentados y vencidos.
Mauricio, siempre tan tolerante, dejó ese bar atrás. Pero al salir se sumó una tercera amiga, cancelando los planes de ir a una discoteca.
Entonces más bares, entonces más cervezas y mucho reír, mucho celebrar la vida. Ay, este Mauricio está muy loco últimamente. Decidió venirse abajo con todo y él mismo, el resultado fue que descubrió que lo angelitos cuando caen, del cielo no pasan (Hello cocodrilo).
Entonces, durante el amanecer, ella abrió sus labios. Ella abrió su corazón. Ella y tan ella que sólo fue necesario cubrirse en un abrazo honesto para que toda la celebración de la vida pudiera usar en ese instante la primera persona del plural.

No hay comentarios.: