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Llegar caminando hasta allá, de la mano oscura de un deseo tan añejo. Todo vuelve, todo vuelve una y otra vez, lo pude constatar ayer mismo. La gente que uno asegura que no tendría nada que ver con el presente, aparece plena sólo para volver oreja. Y entonces uno descubre la gran necesidad de una oreja, de un cómplice de vida, no verdugo ni amo ni esclavo, simple cómplice en amores: este discurrir.
2 comentarios:
Todos tenemos un lugar...donque quisieramos llegar y encontrar como nuestra casa, aunque no sea una casa... sin embargo lo que si es insistuible es UN OREJITA...eso es el equivalente de un lugar sagrado para nuestras solitarias almas...
Exacto, una Oreja en mi caso Un oreja en el tuyo. cosa de géneros de generados.
Y digo porque eso de "un oreja", me sonó a esos juegos de estos oficios que, me parece tú practicas y yo dejé hace tiempo.
Tus historias son divertidas y conocidas.
Gracias Andrea.
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