La noche del 31 fue muy tranquila, todos los niños de casa bailamos hasta casi las 12. Todos reímos y nadie mencionó tu nombre, sólo yo, por dentro recordé. Me hubiera gustado muchísimo bailar contigo.
Traje a cuenta todo el tiempo el cierre del ciclo anterior, cuando nada pudo impedir que sonriéramos e hicieramos complicidad contra el enfurruñamiento de tu mamá.
Te he extrañado muchísimo, tanto que busco por ahora salir sólo con chicas que tienen hijos, de esa forma puedo ir los domingos al parque, de vez en cuando al MacDonalds y hablar de películas de Disney. A muchos días de aquello, te confieso: lo que más extraño de mi vida anterior es a ti.
Extraño la risa desenfrenada, la forma de pedir que parara la discución. Extraño tenerte cerca y sentir el abrazo, el jalón por la espalda cuando te colgabas de mi cuello.
Seguro que ahora eres una adolescente, casi un adulto aburrido y meticuloso, pero no sé, siempre guardo la esperanza de que no crezcas, de que te aisles de los estímulos externos, que sigas siempre siendo ese ser hermosamente alegre.
Ahora quisiera decirte tantas cosas, abrazarte, pero no.
Extraño la risa desenfrenada, la forma de pedir que parara la discución. Extraño tenerte cerca y sentir el abrazo, el jalón por la espalda cuando te colgabas de mi cuello.
Seguro que ahora eres una adolescente, casi un adulto aburrido y meticuloso, pero no sé, siempre guardo la esperanza de que no crezcas, de que te aisles de los estímulos externos, que sigas siempre siendo ese ser hermosamente alegre.
Ahora quisiera decirte tantas cosas, abrazarte, pero no.
Ahora el camino es mío, sólo quiero decir que en este mi camino siempre habrá un espacio para tu risa y para ti. Gracias.
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